EL SAN JUAN Y EL BAMBUCO
El San Juan y el Bambuco tomaron su luz y colorido en medio de las guerras de sometimiento que hicieron los españoles contra los aborígenes con el nombre de pacificación. Los españoles a la servidumbre, la llamaban "paz", a la independencia, "violencia"; es una de las razones para que la amalgama que formó el bambuco, resultara con sabor de tristeza, melancolía y timidez; hoy, para romper esa anemia y ponerle abono, lo han dividido en: Bambuco de Salón y fiestero; casi pudiera más decir: Aborigen y Español; jaspeado de blanco y de negro.
Para bautizarlo escogieron un 24 de junio, como hijo de padres desconocidos, día de San Juan Bautista, pero no precisamente, el Discípulo Amado, como lo pensaron los misioneros "Acólitos de los Ibéricos", sino el precursor de los 300 años de guerra que les tocó sufrir a los nativos por sostener su autenticidad, defender lo que les pertenecía, lo poco que le quedaba y la fé en sus principios; hoy están derrotados porque les atravesaron hasta escapulario del Santuario de Nátaga; hoy están dominados pero no vencidos.
La fiesta de San Juan es del campo y por ende, lo representan con repetidos golpes de tamboriles, pausados, uniformemente, como la triste y eterna repetición de una misma queja, súplica o favor que los campesinos guardan en un estuche de madera, sensibilizados con 2 pieles de animales y amarrados con muchas cabuyas; como queriendo decir, "de pronto se escapa" y se nos
vuelve “Rooth”.
vuelve “Rooth”.
Pasa el 24 de junio y la tambora (recuerdo imborrable) vuelve a caer en el olvido, quizá, en el último rincón del zarso, hasta la víspera de un nuevo San Juan o San Pedro.
Lo mismo sucede con los reclamos repetidos que se hacen sobre los derechos aldeanos. Será que se requieren de otros 300 años para valorar lo nuestro "mi mundo? mi vida? mi historia? mi folclor? La vida es mía yo doy la vida por lo que quiero.
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